Lo de estos días en Peñaranda duele. Una niña de trece años agredida por otro menor. En un instituto, sí, pero también en una sociedad que muchas veces mira para otro lado. Nos escandalizamos un día, lo comentamos en el bar… y seguimos.
Nos cuesta asumir que el acoso no nace en las aulas: nace en casa, en la calle, en cada ejemplo que damos. En ese “no pasa nada”, en ese “son cosas de críos”. Pues sí pasa. Y mucho.
Por suerte, hay profesores, orientadores y familias que aún creen que educar también es enseñar a respetar. A ellos, todo el reconocimiento. Porque sin respeto no hay convivencia, ni futuro, ni comunidad.
Ojalá este golpe nos sirva para algo: para dejar de mirar hacia otro lado y empezar, de verdad, a mirarnos de frente.




