Buenos días, Miguel
La línea que nos separa de la mediocridad es muy delgada. Tanto, que, en un mundo donde la tecnología nos permite satisfacer nuestras necesidades básicas sin mucho esfuerzo, parece algo normal ser mediocre y conformarse con mínimos. Ahí tenemos, por ejemplo, los preocupantes datos de absentismo laboral, que crecen cada año en nuestro país.
La mediocridad se observa fácilmente cuando uno trabaja o vive cerca de entornos educativos, formativos o de desarrollo de personas. El pensamiento y la crítica se han sustituido por los automatismos que ofrecen ChatGPT y otras inteligencias artificiales. La creatividad ha dejado de ser un elemento valorable y distintivo, pues parece que solo importa superar el trámite para obtener un título.
Corremos el riesgo, Miguel, de convertirnos en una sociedad esclavizada por la simpleza, la vaguería y el conformismo. Lo rápido vale más que lo profundo y lo propio y único, si lleva demasiado esfuerzo, no merece la pena.
No nos damos cuenta de que, en el trabajo, el ser humano se dignifica y alcanza su plenitud. Solo cuando pone a pleno rendimiento todas sus capacidades -intelectuales y sentimentales- el ser humano es capaz de descubrirse y descubrir la vida.
Manu Albarrán
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