Ser profesor no es solo enseñar ecuaciones o analizar oraciones. Es participar activamente en el proceso de socialización que define a nuestros futuros ciudadanos. La psicología del desarrollo y la sociología de la educación coinciden: el modelo que representa un docente influye tanto como el contenido que enseña. No es solo lo que se dice, es cómo se vive en el aula.
Sin embargo, hay quien elige esta profesión no por vocación, sino por el calendario laboral. Y eso es grave. Porque en sus manos no solo está el currículo, sino la autoestima de un adolescente, la motivación de un niño, su forma de mirar el mundo. Un docente sin compromiso puede herir donde debería construir.
Claro que hay miles de profesionales admirables, referentes reales, que marcan vidas con cada clase. Pero no podemos normalizar que alguien llegue a enseñar sin amor por lo que hace. Porque formar personas es una de las responsabilidades más serias que existen. Y eso no se improvisa. Ni se finge en junio.