Acaba de terminar la Feria de Abril en Sevilla y ayer, 15 de mayo, se celebró San Isidro, patrón de Madrid. Dos fechas muy distintas en el calendario, pero con algo en común: sus tradiciones. Porque si hay algo que llena de identidad cada rincón de España, son sus costumbres y su manera de vestir.
En Sevilla, los trajes de flamenca llenan de color las casetas del Real mientras se escucha el taconeo por sevillanas y se saborea un rebujito entre amigos. En Madrid, los chulapos y chulapas pasean por la Pradera de San Isidro al ritmo del chotis, entre rosquillas listas y tontas, claveles en el pelo y mantones bordados.
En Salamanca también tenemos nuestra seña de identidad: el traje típico de charro y charra, con bordados de lentejuelas, botones de filigrana y joyas tradicionales. Un atuendo lleno de historia que solemos ver especialmente en septiembre, durante las fiestas en honor a la Virgen de la Vega.
Cada prenda, cada complemento, cada gesto… cuenta una historia. Y en un mundo que va tan rápido, en el que las modas cambian cada semana, qué bonito es seguir celebrando lo nuestro. Vestirnos como lo hacían nuestros abuelos, bailar lo que bailaban ellos y sentir que hay cosas que, por mucho que pase el tiempo, no se pierden.
Porque mantener las tradiciones no es quedarse anclados en el pasado. Es darles vida hoy, entender de dónde venimos y celebrar lo que somos. Y eso, más que importante, es precioso.
Arancha Jiménez
