Se cumple este año el 70 aniversario del Instituto de Peñaranda, una efeméride formativa y cultural, de primer orden, que pasará inadvertida para la mayoría de la población, aunque haya sido la fábrica de numerosas lumbreras peñarandinas repartidas por medio mundo. Peñaranda siempre ha sido pionera en el campo de la enseñanza, se mire como se mire. Y viene a cuento esta reflexión por si se quiere celebrar algo al respecto, ya que aún vive un puñado de aquellos primeros alumnos que llenaron las aulas de aquel instituto en el curso escolar 1954-55. En pocos años, es ley de vida, habrán desaparecido todos -de los profesores ya no queda casi ninguno- y entonces ya será demasiado tarde.
De 1948 son los primeros intentos de crear de nuevo un Instituto de Enseñanza Media en Peñaranda, ya que el que hubo, se había suprimido en 1937 por la Guerra Civil. El proyecto pasó por sucesivas vicisitudes, afrontadas por alcaldes corajudos de la época, como Adelardo del Castillo o Pedro Coronado. En 1953 el ministerio de Educación creó el Centro de Enseñanza Media y Profesional, modalidad Agrícola y Ganadera, que empezaría a funcionar el año siguiente. El Ayuntamiento aportó el edificio, construido tras la explosión del Polvorín, en 1939, y también cedió en usufructo el prado municipal denominado «Pradohorno» para Campo de Experimentación Agrícola.
El Instituto Laboral (especialidad Agrícola y Ganadera) con el nombre de “Onésimo Redondo”, comenzó su andadura el curso 1954-55, de ahí la efeméride. Durante el curso 1966-67 se adaptó como Instituto Técnico. Luego, la ley de educación de 1970 impulsó la construcción de nuevos Institutos para regular y reestructurar la enseñanza media en España. Fueron los flamantes institutos nacionales de bachillerato para el BUP, que todos hemos conocido.
La lista de aquellos primeros alumnos, que ingresaron en el Primer Curso, en 1954 y 1955 (hubo dos pruebas de acceso) está plagada de nombres más o menos ilustres, que merecen un reconocimiento, siquiera fuera por su valentía de lanzarse a un mundo desconocido. Ahí van unos cuantos: Bertino Blázquez Arenas, Ponciano Criado, Balbino García, Leopoldo García Palomero, Gregorio Mendo, Román Ontiyuelo Espeso, Jesús Pérez Cano, Augusto Pérez Pérez y su hermano Román, los 3 hermanos Pescador Vergara, Carmelo Plaza Sánchez, Francisco Sanpedro, José Luis Terradillos, Ignacio Terradillos, José Antonio Terrero Bellido, Francisco Villoldo, Mariano Zurdo, y así hasta 65.
De los profesores no quedará casi ninguno, claro. Pero en recuerdo de todos están los nombres de directoras inolvidables, como María Andujar y Carmen Guitián; Julián García Langa, Casimiro Rodríguez, Antonio Marcos, Alfredo Barbero, Emilio Moreno, Juanita Galindo, Anunciación Legido, Anniek Eon Cottin, José Antonio Mayo, José Luis Gallo, Carmen Balbás, Carmen Gavilanes, José María Rodríguez, Jesús Gómez Riesco, Martín Román Ortega, María Ángeles Sánchez, Concepción y Francisco Mesonero, Manuel Herrero Francia, José Luis Jiménez, Andrés Vaquero, Ignacio Santero, Faustina Arévalo, Elvira Fernández, y tantos y tantos otros, que harían la lista interminable. En fin, homenaje a su memoria y a su saber.
¡Bueno, ala, hasta otro día!