«Lo que se pierde en los robos de patrimonio es intangible»

El pasado domingo, el mundo despertó con una noticia que parecía más sacada de una novela de Arsène Lupin que de los titulares de un periódico: el Museo del Louvre de París había sido asaltado. Y es que la escena parecía evocar la figura del astuto Lupin, ese ladrón de guante blanco, maestro del disfraz y del engaño, capaz de robar las joyas más codiciadas del mundo con una sonrisa burlona. ¿Podría ser ésta una réplica moderna de sus fechorías? 

Ahora bien, si nos centramos en el suculento botín extraído del museo parisino, conformado por unas espléndidas joyas históricas, conviene mencionar que lo que está en juego no es simplemente el valor económico de las obras robadas, sino algo más profundo: la pérdida de una identidad colectiva. El valor monetario de los objetos sustraídos puede ser cuantificable, pero lo que se pierde en los robos de patrimonio es intangible: es un pedazo de historia, una manifestación de la creatividad humana. Es, al fin y al cabo, la riqueza cultural que define a una nación. 

En ese sentido, es necesario reflexionar sobre el daño irreversible que estos robos causan a una sociedad, pues las obras de arte y los monumentos no solo nos enriquecen desde el punto de vista estético, sino que nos conectan con nuestras raíces y nos permiten aprender de nuestro pasado.

Virginia Sánchez Rodríguez