La obra de los Jardines se parece ya más a la del Escorial en cuanto a la duración, porque desde que se cerró el pulmón verde de la ciudad ya han pasado demasiados meses y, sobre todo, un verano entero sin que los peñarandinos puedan disfrutar este emblemático parque. La excesiva duración de los trabajos lleva aparejado un sobrecoste del proyecto y el dinero público no está para despilfarrarlo por una mala gestión. Cada uno tendrá que asumir sus responsabilidades políticas sobre el asunto concreto. Mientras tanto, los peñarandinos sólo pueden añorar los momentos vividos en los Jardines. Mi generación, con los 50 ya cumplidos, recuerda aquel laberinto verde en el que nos perdíamos jugando al escondite o al bote en nuestra infancia y primeros años de la adolescencia. También donde nos recogíamos en pequeñas fiestas vespertinas y nocturnas amparados por la oscuridad de la noche, la misma que era cómplice de las parejas de adolescentes y jóvenes que buscaban intimidad para darse los primeros besos de sus vidas o necesaria para los primeros botellones. Después fue un lugar de paso y ubicación perfecta para disfrutar de los cuentacuentos durante las Ferias con nuestros hijos, aprovechando las sombras del arbolado para combatir el calor agosteño. Los Jardines son patrimonio vivo de Peñaranda y deben ser recuperados lo antes posible, porque en la actualidad la ciudad carece de un parque en condiciones, habida cuenta de que El Inestal se encuentra en una situación de abandono, prácticamente, pero eso es merecedor de una plática mucho más extensa…
Francisco J. Martínez




