«Echaré de menos los pasteles que hicieron famosa a la ciudad»

Peñaranda ha sido desde siempre un lugar muy dulce, y no lo digo por el carácter de sus habitantes, que también, sino porque nuestra ciudad tuvo un sector pastelero que fue la envidia de muchas capitales de provincia e, incluso, fue una referencia nacional en cuanto a pasteles se refiere. Ahora, el sector está en horas bajas, tantas que la única pastelería que sigue abierta, y con mucho éxito, por cierto, cerrará sus puertas este fin de semana, debido a la jubilación de sus propietarios. Otro sector económico que se va al traste en una ciudad que languidece mientras nadie hace nada. Hubo una época que en Peñaranda llegaron a convivir hasta cuatro pastelerías. La más conocida fue Gil, creada por Paulino, a quien sucedieron sus hijos, que después se instalaron, además de en Peñaranda, en Salamanca. Desde la cercana Madrigal de las Altas Torres, llegó un pastelero de apellido Burgueño, que después abriría tiendas en Valladolid y Salamanca. Precisamente un trabajador del obrador de Burgueño, Cesáreo Serna, se independizó y abrió su propia pastelería entre las dos plazas, con el obrador al final de la calle Ricardo Soriano. Su hijo, Cesáreo, dirige ahora Dulca, única empresa que sigue con la tradición pastelera, aunque ya a un nivel industrial, no artesano, y recogió hace pocos días el Premio CEOE-Cepyme de Castilla y León. También de Macotera se instaló en Peñaranda la familia Salinero, que abrió sus puertas en la calle del Carmen. Cuando regrese a Peñaranda echaré de menos los pasteles que hicieron famosa a la ciudad y recordaré con nostalgia las tardes de infancia en las que nuestro mayor placer era comernos una raqueta o una bamba junto a mis padres y oír detrás del mostrador aquella frase ya mítica de “Doña Tere, cobre aquí”… Otros tiempos y otras vivencias que ya no volverán…

Francisco Javier Martínez