«Cuando alguien se va, su recuerdo nunca desaparece»

Cada uno de noviembre, celebramos el Día de Todos los Santos, un día para honrar y recordar a quienes ya no están.

Y es que, cuando alguien se va, su recuerdo nunca desaparece. Permanece en quienes lo conocieron y lo quisieron.

Perder a un ser querido es una de las experiencias más duras que podemos vivir. Marca un antes y un después. Cada pérdida deja una cicatriz en el corazón… una que no se borra, solo aprendemos a convivir con ella.

El duelo hay que vivirlo. No se puede saltar, ni negar. Es mirarte frente a frente con el dolor y con el vacío que esa ausencia deja. Es caminar sabiendo que muchas cosas ya no serán igual… pero también sabiendo que la vida, poco a poco, encuentra su manera de continuar.

No todos los duelos son iguales. Cada persona, cada historia, cada vínculo tiene su propio peso. Y, a veces, lo más difícil no es el primer impacto, sino las pequeñas cosas: Mirar el lugar donde esa persona siempre se sentaba, llegar a casa y notar el silencio, tener una buena noticia y no poder contársela. Leer aquel último mensaje o escuchar su voz en un viejo video… Echas de menos hasta lo más simple, lo que antes parecía insignificante.

Pero con el tiempo entendemos que el amor no desaparece. Que sigue ahí, transformado en recuerdo. Y que lo importante no es solo llorar su ausencia, sino celebrar que estuvieron, que formaron parte de nuestra vida, que nos dejaron huellas que ni el tiempo puede borrar.

En días como el de mañana, miramos al cielo y pensamos: “Ojalá un ratito más contigo”. Pero, de algún modo, están. En una canción, en una sonrisa, en un pensamiento que nos llega sin motivo.

Porque hay personas que, aunque se van, nunca se terminan de ir.

Arancha Jiménez