«Como levadura en la masa» (Mt 13-33): en recuerdo agradecido a Tino

El consiliario de FRATER Salamanca, Lauren Sevillano, recuerda en este artículo a Tino, miembro de esta fraternidad, recientemente fallecido
15 de diciembre de 2025 - 4:59 pm

Hace unos días hemos perdido a una persona sencilla y amable a un verdadero discípulo del Señor. Tino era natural de un pueblecito de León, llamado Riofrío de Órbigo, que pertenece a la diócesis de Astorga.

Siendo muy joven, fue invitado por la FRATER de León a una asamblea en Oviedo. Allí conoció a Isabel, una fraterna de nuestra diócesis de Salamanca con la que ha compartido su vida hasta su despedida.

En el SEREM o también llamado CMRF, estudió administrativo y poco a poco de la mano de Sagrario, uno de los grandes pilares que ha tenido la FRATER de Salamanca, fue integrándose en este movimiento de acción católica especializada en el ámbito de la discapacidad.

Así, de la mano de Sagrario e Isabel comenzó a participar en el grupo de formación de FRATER y poco a poco fue asumiendo responsabilidades en el equipo diocesano, y más tarde en el de zona.

Tino ha sido una amigo íntimo de Jesucristo, que entendió perfectamente que solo se podía transformar la sociedad, la Iglesia y la FRATER con la levadura del Evangelio. Amó y sirvió a la Iglesia, considerándose un miembro activo y comprometido con la causa del reino.

Siempre explicaba la necesidad de caminar con la iglesia particular, en comunión con el obispo y así lo vivió aportando los dones que el Señor le había dado para el bien de todos.

FRATER fue su comunidad de referencia. Aquí vivió su fe como un miembro destacado y militante cristiano comprometido. Asimiló muy bien el espíritu de este movimiento en el que los discapacitados son sujetos de evangelización de otros discapacitados, siguiendo la intuición de su fundador, el padre Henri François, en 1942.

En este sentido, Tino rechazaba cualquier atisbo de paternalismo y actuaba con normalidad en la misión evangelizadora de la iglesia. Además, comprendió la discapacidad como una posibilidad para crecer y madurar, desarrollando todas sus capacidades físicas, intelectuales y evangélicas. Hasta el último momento ha trabajado llevando al día todas sus tareas.

Desde su silla de ruedas, recordaba que no se cambiaría por otra persona y que no buscaba ningún milagro de curación. Decía «yo soy así con mis defectos, errores, mis virtudes y capacidades y no quiero ser de otra manera».

Últimamente todos notábamos su debilidad. A pesar de sus visitas a los médicos, nadie sospechaba que un cáncer lo estaba doblegando. Ha vivido su enfermedad en silencio, sin quejarse, con valentía, luchando hasta el final y poniéndose en las manos de Dios.

Su vida ha sido un testimonio evangélico y un ejemplo de coherencia cristiana para todos. Como dice una canción que le gustaba »al partir un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós. Es ligero equipaje para tan largo viaje. Las penas pesan en el corazón». 

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