Elena Rodriguez MartinCuarenta días de Cuaresma y una larga e intensa preparación. Este domingo, las calles de nuestro pueblo se volverán a llenar de una profunda pasión, devoción y fe, que durante ocho días inundará los corazones de cientos de cofrades que saldrán a las calles un año más.
La Semana Santa llena los corazones de muchas personas, pues, aunque para algunas parezca difícil de entender, esta época no es solo la muestra de nuestro sentimiento hacia Jesús; también es tradición, la herencia que, de abuelos a nietos, pasa de generación en generación. Es la muestra de amor a nuestras raíces, a una larga historia de recuerdos que nos acompañan a caminar junto a la imagen del Señor y de su madre, la Virgen.
Puede ser que algunos tan solo vean una estatua o una figurita, pero una imagen va más allá para aquellos que la miran desde la fe. Y es que no solo representa el dolor y el sufrimiento de aquel que murió por todos nosotros; también representa nuestra historia, nuestra unión. Es un símbolo y una razón para aquellos que pertenecen a una cofradía y que deciden, cada año, acompañarla y sentir junto a ella la Pasión.
La Semana Santa es una época de devoción, de unión con el Señor, de mostrar desde el silencio nuestro amor más profundo hacia Él y hacia nuestros seres queridos, sobre todo a aquellos que te enseñaron a sentir y vivir una época mágica.
La Semana Santa no debería ser un motivo de disputa ni de competición. No deberíamos jugar con nuestra historia, ni poner en peligro o dañar nuestras raíces, nuestra esencia. Recordemos a todos nuestros antepasados y mantengamos vivo aquello que construyeron y que nos regalaron. Caminemos junto a Jesús y agradezcámosle todo lo que nos dejó y todo lo que dio por nosotros, un año más. Dejemos que la luz de los cirios ilumine nuestro camino, y que la austeridad y el silencio reinen en nuestros corazones, para llenar de fe nuestras calles y seguir haciendo historia.
Elena Rodríguez Martín.
