Durante las últimas dos semanas, Alba de Tormes ha sido, más que nunca, el epicentro internacional del espíritu teresiano. Esto ha estado motivado por la veneración pública del cuerpo incorrupto de Santa Teresa de Jesús en la Basílica de Nuestra Señora de la Anunciación, que ha atraído a casi noventa mil peregrinos llegados de todas partes del mundo repletos de fe y devoción.
Sin duda, Santa Teresa es una de las figuras más importantes de la historia del cristianismo. Fundadora de la reforma del Carmelo en el siglo XVI –las Carmelitas Descalzas–, su vida y sus enseñanzas han dejado una huella profunda en la Iglesia Católica. Especialmente conocidas fueron sus experiencias místicas, que han sido, habitualmente, temática en las manifestaciones plásticas y que fueron plasmadas, por ella misma, en obras como Las Moradas o El Castillo Interior. Ahora bien, su legado como escritora y teóloga es mucho más prolífico, con su ensayo Camino de Perfección o sus poemas, que han sido tomados por compositores de distintas épocas como base de canciones que recogen, a la perfección, la esencia del ideario teresiano.
La veneración pública celebrada los días pasados ha sido un hecho histórico, solamente precedido en 1582 –tras su fallecimiento–, así como en 1760 y 1914. Y, como colofón a esta exposición y a los actos litúrgicos programados con tanto desvelo, el cuerpo de Santa Teresa procesionó, por primera vez, por la villa ducal hasta llegar, de nuevo, a su sepulcro, que seguirá recibiendo tantos y tantos devotos. De lo que no hay duda es de que los restos de Santa Teresa de Jesús son un recordatorio tangible de su vida y de su misión cuya veneración ha atraído, atrae y atraerá a numerosos peregrinos que buscan rendir un homenaje a la santa y conectarse espiritualmente con ella.
Virginia Sánchez Rodríguez