Recuerdo de pequeño tener una idea de la Universidad como algo increíble, espectacular y único. La realidad es más bien distinta y en cierto modo decepcionante.
Para empezar, partimos de la idea que la Universidad u otro tipo de estudios como podrían ser los grados de formación profesional medios y superiores son caminos escogidos por uno mismo claramente por pasión, vocación, gusto… Esto no es poco teniendo en cuenta la cantidad de gente que escoge en función de las salidas laborales que tiene esa carrera o grado sin tener prácticamente en cuenta si le apasiona o no.
El caso es que en las aulas de las universidades en muchas ocasiones hay de todo menos gente apasionada por aprender y por escuchar las clases de materias que se supone que no solo deberían gustar sino que pueden resultar fundamentales para el futuro, ya que se estudian cosas que serán vitales para el trabajo a desarrollar al terminar esos estudios.
Pues bien, muy alejado de esa concepción hoy utópica están estas clases, en las que echas un vistazo a tu alrededor y solo ves gente con el ordenador o móvil jugando o mirando cosas que nada tienen que ver con el temario, gente dormida, y otro gran porcentaje que no asiste y estudia las asignaturas con apuntes de plataformas de Internet, imagino que por pereza o porque no encuentran un motivo que les impulse a ir a clase.
Es una situación poco tratada y que no por ello no es menos grave, sino que si se analiza la sensación es de incredulidad, quizá por percibir la universidad únicamente como una vía para encontrar trabajo y no como una vía para aumentar conocimientos y, por lo tanto, ser mejores ciudadanos. Sin embargo, no creo que la culpa sea ni mucho menos de los estudiantes, ya que solo manifiestan o manifestamos el fracaso y los fallos tan flagrantes de un modelo que no se replantea y que a pesar de todo sigue sin inculcar la base que solucionaría muchísimos problemas como este y otros tantos y que se debe de aplicar desde los escalones más bajos de la enseñanza. No es otra cosa que el gusto por el saber, el saber por la felicidad que produce, por la ambición por conocer más, por preguntarnos acerca de lo que nos rodea y por lo llenos que nos sentimos cuando encontramos esa curiosidad por el saber. Infinito y bendito saber.