Ana PlazaEn el corazón de nuestros campos, los agricultores y ganaderos se levantan al alba; dedican su vida a producir para alimentarnos. Agricultores y ganaderos, no son solo trabajadores del campo; son guardianes de nuestra salud, comprometidos con la excelencia y el sacrificio. Su lucha actual, manifestada en las calles con tractores, es un eco profundo de su pasión y su clamor por la dignidad y el reconocimiento.
Reivindican no solo por ellos, sino por todos: una alimentación justa, accesible y de calidad. Sus demandas, desde una Política Agraria Común más flexible hasta tarifas eléctricas justas, no son meras peticiones económicas; son el fundamento para seguir proporcionando alimentos que nutren nuestro cuerpo y alma.
Como sociedad, debemos abrir nuestros corazones y entender el peso de su mensaje. Nuestra salud descansa en sus manos callosas, en su saber hacer heredado de generaciones. Son ellos quienes, contra viento y marea, garantizan nuestra mesa llena de productos frescos y de calidad.
Hoy, más que nunca, es tiempo de solidaridad, de reconocer su valor incalculable. Los paros y protestas no son un obstáculo, sino una llamada a reflexionar sobre la esencia de lo que comemos y el precio real de mantener viva nuestra cultura alimentaria. Por ellos, y por nosotros, merece la pena toda paciencia y apoyo. Que su voz, llena de tierra, sudor y esperanza, toque nuestros corazones y nos una en gratitud y acción.
