Arancha JiménezEl tiempo, tan fugaz como valioso, a menudo pasa desapercibido hasta que miramos atrás y vemos cómo se desliza entre nuestros dedos sin apenas darnos cuenta. Es la esencia misma de la vida, y a veces subestimamos su verdadero valor.
Cada minuto, cada hora, es una moneda de cambio que gastamos sin querer, y solo cuando llegamos al final del día, de la semana o del año, nos damos cuenta de lo rápido que ha pasado. Es entonces cuando recordamos que el tiempo es vida, y que cada momento cuenta.
A veces, nos aferramos a preocupaciones que, con el paso del tiempo, parecen menos relevantes. Nos damos cuenta de que las decisiones que tomamos en el pasado ya no nos afectan de la misma manera, pero es tiempo pasado y ya no se recupera.
Por eso, es importante invertir nuestro tiempo y centrarnos en lo que realmente importa, en aquellas cosas que nos hacen crecer y nos hacen sentir vivos. Porque el tiempo no regresa, y cada instante que pasa puede ser una nueva oportunidad perdida.
La vida está hecha de momentos, de esos pequeños instantes que nos llenan de alegría. Debemos aprender a apreciar cada uno de ellos, a disfrutar de la compañía de quienes nos rodean y a hacer que cada momento cuente.
Así que, mientras el reloj sigue avanzando y el tiempo sigue corriendo, recordemos que la vida está hecha de momentos, y que debemos aprovechar al máximo cada uno de ellos. Porque al final del día, lo único que nos quedan son los recuerdos de los momentos felices que hemos vivido.
