El papa Francisco está transmitiendo a la Iglesia y a la humanidad el Evangelio del sufrimiento. Este sufrimiento junto a sus gestos y palabras se ha convertido en un testimonio vivo de esperanza.
El papa olvida su enfermedad para acordarse de los que sufren las atrocidades en la franja de Gaza, recuerda el drama de la inmigración, la exclusión social de los pobres y la inequidad que genera violencia y una carrera de armamento, que no resuelve ni resolverá jamás la injusticia que sufre nuestro mundo.
El Evangelio del sufrimiento no solo nos recuerda a los que sufren también a los que provocan el sufrimiento en el prójimo. Estos iluminados apuestan por los derechos absolutos de los individuos, debilitando el desarrollo y la estabilidad de los vínculos. El individualismo excluyente provoca división, hambre, y muerte.
Llama poderosamente la atención como los gobernantes del planeta se apoyan en la religión para justificar su poder y al mismo tiempo aplastar a los demás. Trump desde una iglesia cristiana, proclama que ha sido elegido por Dios. Putin ha comprado a la iglesia ortodoxa con privilegios y Yi Jinping se presenta como el sucesor de Confucio. El fundamentalismo religioso gana terreno al mismo ritmo que la desigualdad creciente y vergonzante entre personas y países.
El papa Francisco, sentado en una silla de ruedas con una cánula de oxígeno, le cuesta respirar. Como también resulta irrespirable el ambiente de violencia, codicia, mentira, manipulación y odio que sufre nuestro mundo. Necesitamos todos recuperar un poco de humanidad y de amor al prójimo, que nos sirva de oxígeno para poder respirar en este ambiente hostil a la fraternidad. Por cierto, uno de los grandes valores que fundamenta la modernidad y la democracia de la que ya solo el papa Francisco habla.
Buenos días, Lauren Sevillano