Los músicos son el alma de cualquier banda, pero hay veces en las que parece que esto se olvida. Se da por hecho que siempre van a estar ahí, que ensayarán, tocarán y se comprometerán con la agrupación. Sin embargo, en muchas bandas, los que más se esfuerzan son los mismos que terminan siendo ignorados o, peor aún, apartados cuando ya no resultan «necesarios».
Es cierto que la mayoría de los músicos que forman parte de una banda lo hacen porque les apasiona. No lo hacen por dinero ni por reconocimiento, sino por amor a la música y al grupo del que forman parte. Pero una cosa es tocar con el corazón y otra muy distinta es que se aprovechen de ese sentimiento. Los músicos dedican su tiempo, ensayan durante horas, sacrifican planes y compromisos personales para cumplir con la banda. Aun así, en muchas ocasiones, su esfuerzo no se reconoce y, cuando ya no «sirven» o no pueden dar más según la conveniencia de quien gestiona la banda, simplemente se les deja de lado. Como si no importaran, como si todo lo que dieron, lo que construyeron y compartieron, pudiera borrarse de un día para otro. Y eso duele, duele profundamente, porque más allá de la música hay personas con sueños, con emociones sinceras y con una entrega que no merece ser ignorada, ni olvidada.
En las bandas existen juntas directivas que, en principio, están ahí para ayudar a que todo funcione bien. Cada quien tiene un rol, una responsabilidad, y cuando eso se cumple, las cosas marchan con orden y armonía. Pero también es verdad que, en no pocas ocasiones, esas estructuras terminan descansando, sin quererlo o sin notarlo, sobre los hombros de algunos músicos que, por puro amor a la banda, dan más de lo que les corresponde. En ocasiones, la junta termina confiando en ese impulso voluntario, permitiendo que sean esos mismos músicos quienes, con su entrega y dedicación, asuman responsabilidades adicionales sin que, muchas veces, reciban siquiera un simple agradecimiento.
Afortunadamente, no todas las agrupaciones funcionan así. Existen muchas bandas que realmente valoran a sus músicos, los apoyan en todo momento y se preocupan por su bienestar. Son grupos donde hay compañerismo, donde se fomenta el respeto y donde se reconoce el esfuerzo de cada persona. En estas bandas, el músico se siente parte de algo especial, no solo con palabras, sino con hechos. Y eso se nota en el ambiente, en la actitud de los integrantes y, sobre todo, en la música.
Las bandas que no respetan a sus músicos, tarde o temprano, terminan perdiéndolos. Quizá en ese momento se den cuenta de su error, pero muchas veces ya es demasiado tarde. Si realmente se quiere que una banda prospere, hay que empezar por cuidar a quienes la hacen posible. Eso significa valorar su esfuerzo, reconocer su entrega y asegurarse de que las responsabilidades estén bien repartidas. Porque sin músicos, no hay banda. Solo queda el silencio.