Lauren SevillanoHace unos días visité a una familia de mis parroquias. El hijo menor mostró mucho interés en enseñarme el armario de sus trajes. Allí estaba colgado el traje de su primera comunión, pero también su ropaje de pastorcito, el uniforme del colegio, la indumentaria de carnavales, el disfraz de Halloween, la vestidura de cofrade, la ropa de deporte, etc.
¡Vaya enredo tenía el muchacho! Yo le pregunté si no se confundía alguna vez de traje para el acontecimiento a celebrar y enseguida me contestó que de eso se ocupaba su madre. Yo soy de los que piensa que la gente debe moverse con libertad y celebrar lo que le apetezca. Pero al mismo tiempo descubro que cada día somos menos libres y que nuestra voluntad está más orientada que nunca. Y esto es así porque todo está dirigido al consumo, cuando lo más importante es una buena formación.
Estoy convencido de que los padres quieren para sus hijos lo mejor. Pero al mismo tiempo percibo que imponen sus gustos a los hijos, proyectando así sus deseos y limitando su autonomía y personalidad.
Los niños no deben cumplir con las expectativas de sus padres, sino que deben desarrollar sus propias habilidades para conseguir sus sueños.
En un mundo en constante cambio, la educación es el pilar fundamental para el desarrollo individual y colectivo, especialmente en las etapas de la niñez, adolescencia y juventud. Nuestra tarea debe estar dirigida a educar y formar a las futuras generaciones para que tengan criterio propio y decidan con libertad.
Hacer la vida más fácil a un niño o joven, no le hace más feliz sino más vulnerable y débil. Debemos enseñar el valor del esfuerzo y también del sacrificio como algo positivo y necesario para conseguir el objetivo deseado.
Lo que está claro es que la madurez y la responsabilidad se construye día a día, acompañando y orientando a niños y jóvenes para que asuman tareas, tomen decisiones, se puedan equivocar y ellos mismos solucionen sus propios problemas.
Buenos días, Lauren Sevillano.
