Hola, Miguel.
Hoy comienzo nuestro diario olímpico con un dato deportivo que seguro muchos de nuestros oyentes ya conocen: esta tarde, a las seis, la selección olímpica de fútbol masculino se enfrenta a Marruecos en semifinales. Por cierto, quienes lo deseen, lo podrán seguir en COPE con nuestros compañeros de Tiempo de Juego.
Los aficionados de Marruecos protagonizaron una de las escenas que más vueltas dio al mundo al inicio de los Juegos: lanzaron botellas, petardos e invadieron el campo en el partido contra Argentina.
Desde aquel día, lo que se respira en las gradas de las diversas sedes es un ambiente de paz, de camaradería y de alegría que no he visto en ningún medio.
En estos diez días que llevo en París he asistido ya a más de veinte eventos. En todos, la grada estaba prácticamente llena. Y en todos, he visto cómo aficiones rivales convivían una al lado de la otra animando sin necesidad de separarlas.
Cómo anécdota, te cuento que en el partido de baloncesto femenino entre España y Serbia, dos hombres, sentados uno delante de otro gritaban alternativamente los nombres de ambas selecciones. Cada vez que empezaba uno, el otro respondía. Y lo hacían sin ánimo de ofender ni de menospreciar. El resto de espectadores asistimos a aquel espectáculo riéndonos y disfrutando.
Me parece curioso, Miguel, que durante los Juegos Olímpicos, el sentimiento olímpico no venda.
Pero, para el que no esté en París, ya nos encargamos nosotros de decirle que la atmósfera que los millones de aficionados que están aquí han creado es, simplemente, maravillosa.