«La Esperanza nos recuerda que lo esencial no grita, que lo importante no siempre brilla, y que lo profundo no suele tener prisa»

Para el universitario peñarandino «la Esperanza no es solo un nombre; es un rostro, una presencia y, sobre todo, una llamada»
25 de noviembre de 2025 - 1:55 pm

Este Año Jubilar de La Esperanza nos invita a detener el paso, levantar la mirada y preguntarnos qué lugar ocupa hoy la esperanza en un mundo que, a veces, parece caminar sin ella. Vivimos rodeados de noticias que agitan el corazón, de incertidumbres que desgastan el ánimo, de heridas que parecen no terminar de cerrarse. Y , sin embargo, la esperanza permanece. No como un optimismo ingenuo, sino como una convicción profunda de que la luz no desaparece aunque el cielo se nuble.

Como hermano de la Cofradía de la Esperanza de Peñaranda, este año jubilar tiene para mí un sentido especialmente hondo. La Esperanza no es solo un nombre; es un rostro, una presencia y, sobre todo, una llamada. Una llamada a creer que la fe puede hacerse gesto, que la bondad aún mueve montañas pequeñas y silenciosas, y que la vida —incluso en sus noches más oscuras— contiene siempre un amanecer posible.

Por eso, este domingo 30 de noviembre, cuando nuestra Cofradía vuelva a salir a las calles de Peñaranda para llevar la Esperanza a nuestras residencias de mayores; Sagrado Corazón de Jesús y San Pedro, no será simplemente una procesión más. Será un acto de cariño en el que nos acercarnos a quienes más necesitan una palabra cálida, una mirada que acompañe, un signo que recuerde que nadie está solo. La esperanza no es un concepto abstracto: es cercanía, es consuelo, es presencia. Y necesita manos que la lleven, pies que la encaminen y corazones dispuestos a compartirla.

La Esperanza nos recuerda que lo esencial no grita, que lo importante no siempre brilla, y que lo profundo no suele tener prisa. Y nos invita, también, a ser artesanos de un mundo mejor desde lo pequeño, desde lo cotidiano, desde lo que sí está a nuestro alcance.

Quizá este sea el mensaje más urgente para nuestro tiempo: la esperanza es un fundamento. No es una idea lejana, sino un compromiso vivo. No es un sentimiento pasajero, sino un impulso que transforma. Y , cuando se comparte, se multiplica.

Cuando la Esperanza camina, el mundo cambia. Y cuando la Esperanza sale de nuevo a las calles de Peñaranda, algo más que una devoción se pone en marcha: se pone en marcha el corazón de un pueblo.

Fernando Hernández Castilla

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