«Los inmigrantes pueden llegar a escribir otra página de la historia»

Para este peñarandino Peñranda se ha convertido en «un polo de atracción laboral»
13 de noviembre de 2025 - 1:55 pm

En las calles de Peñaranda hoy se escuchan acentos distintos. Se oyen voces castellanas, por supuesto, pero también se distinguen tonos hispanos, de Cuba, Perú, Colombia, Bolivia, Educador, por citar sólo algunos. Es la voz de los inmigrantes. Han llegado. Y siguen llegando. En la España vaciada, donde la despoblación parece una condena inevitable, los inmigrantes pueden llegar a escribir otra página de la historia. Sus vidas llenan vacíos. Es la inmigración como esperanza.

Peñaranda, polo de atracción laboral. Quién nos lo iba a decir. Los inmigrantes llegan y se integran. En general, son buenos trabajadores.  Viven y dejan vivir. Es un proceso recíproco que requiere adaptación tanto de los recién llegados como de la comunidad de acogida. Esto implica muchas cosas. Su diversidad cultural debe mejorar el tejido social y cultural; aportan a la economía a través de su trabajo, consumo y, en algunos casos, emprendimiento; y sostienen el sistema de pensiones al ser una fuerza laboral activa. Está claro. Nada que objetar.

Frente a este panorama optimista están los principales desafíos y obstáculos. A veces, los inmigrantes se integran en los estratos más bajos de la sociedad, enfrentando trabajos precarios y salarios bajos. Hay diferencias en los niveles educativos. Y los obstáculos para su participación plena, y la discriminación, pueden impedir que los inmigrantes se sientan parte de la sociedad peñarandina, con todas sus consecuencias.

En la comarca de Peñaranda, la inmigración se ha convertido también en un apoyo silencioso de la agricultura y la ganadería. En muchas comarcas salmantinas, las explotaciones agropecuarias se mantienen gracias a manos extranjeras. “Si no fuera por los chicos que vienen de fuera, esto estaría clausurado hace años”, nos dice Julián, un ganadero de 64 años de un pueblo cercano a Peñaranda. Se refiere a Mamadou, un joven senegalés que llegó en 2019 y hoy es su mano derecha. “Aprendió enseguida, y ahora…hasta me enseña cosas nuevas él a mí”.

El fenómeno se sucede en otros sectores. En los servicios de atención a mayores, donde la falta de población joven es alarmante, mujeres latinoamericanas y del este de Europa sostienen el cuidado cotidiano de quienes no pueden valerse por sí mismos. La convivencia, aunque no siempre fácil, ha generado vínculos de confianza y afecto. “Me llaman abuela”, nos dice Carmen, de 87 años, que vive acompañada por Lili, una ecuatoriana, en otro pequeño pueblo salmantino.

Bueno, hala, hasta otro día.   Higinio Orgaz

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