Nobleza obliga. Peñaranda festejó ayer a Santa Teresa y lógico es evocar, siquiera unos instantes, las andanzas de esta mujer universal por esta ciudad, un lugar en el mundo donde su presencia, aunque no documentada con certeza absoluta, suena con fuerza en el ambiente, como si la espiritualidad de la mística abulense hubiese tocado a nuestras piedras y a nuestras gentes.
Santa Teresa, con su fervor inquebrantable y su voz clara que desafiaba las normas de su tiempo, fue mucho más que una monja. Fue una mujer que reformó la orden carmelita en tiempos complicados, una escritora que abrió puertas a la reflexión y la introspección, y una viajera incansable que llevó su fe y sus convicciones a lo largo de Castilla y más allá. No en vano, por estos caminos de Peñaranda debieron transitar los primeros carmelitas descalzos, siguiendo las enseñanzas de la santa, fundando conventos y llevando a cabo una reforma que transformaría la vida religiosa de la zona.
Se cuenta una anécdota que refleja bien el espíritu de Teresa y su dedicación a lugares como Peñaranda. Durante uno de sus viajes por Castilla para fundar nuevos conventos, Teresa se detuvo en una pequeña posada cercana a esta villa. Allí, al hablar con los viajeros y lugareños, no solo predicaba con palabras, sino que iluminaba con su ejemplo. Una joven de Peñaranda, angustiada por las dificultades de su vida, se acercó tímidamente a Teresa buscando consejo. La santa, con su mirada profunda y sonrisa serena, le dijo: “No temas a las pruebas, hija, porque en ellas se forja el alma y se encuentra a Dios”. Esa frase, sencilla pero poderosa, se transmitió de boca en boca y quedó grabada en la memoria colectiva.
Imaginemos por un momento a Santa Teresa paseando por las calles de Peñaranda, quizá entrando en la iglesia parroquial, dejando una palabra de aliento a los feligreses, compartiendo su experiencia mística con quienes buscaban sentido en tiempos difíciles. Su figura, una mezcla de fuerza y dulzura, hubiera encajado perfectamente en esta villa donde la historia y la fe se entrelazan.
Ayer, Peñaranda celebró ese legado, un año más, con una devoción que trasciende los siglos. Sus devotos recordaron con cariño y respeto a la santa que, aunque distante en el tiempo, sigue siendo una luz en el camino espiritual de muchos. En cada celebración, en cada acto de fe, se siente el espíritu de Teresa, esa mujer que desafió las convenciones para seguir la voz de su corazón.
Peñaranda de Bracamonte no solo es un lugar de piedra y memoria, sino un espacio donde la historia de Santa Teresa de Jesús vive y palpita, recordándonos que la espiritualidad auténtica puede transformar lugares y vidas.
¡Bueno, ala, hasta otro día!
Higinio Orgaz




