«Los ideales de igualdad y voz para “el pueblo” quedaron cerrados a un “pueblo” con propiedades y educación»

Antonio García Nieto reflexiona en la firma invitada del día sobre el nacimiento de la soberanía nacional en Europa
17 de junio de 2025 - 11:04 pm

¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora en el orden político? Nada. ¿Qué desea? Ser algo.

Así aclamaba al pueblo el (paradójicamente) clérigo francés Sieyes allá por 1789, con el afán de destruir una sociedad basada en el incapacidad de movilidad social y decisión política de aquellos que no fueran o nobles o parte del clero.

El conflicto surgió de que el rey Luis XVI convocó Estados Generales, algo que podía no ocurrir en siglos. El sistema de voto era por estamento, por lo que la nobleza y el clero siempre salían victoriosos frente al tercer estado. Pero al conocer la convocatoria de la asamblea este sector pidió el voto por cabeza, que permitiría su participación política. Obtuvo gran oposición pero el 17 de Junio el Tercer Estado (97% de la población) se autodenominó, bajo inspiración del famoso texto de Sieyes, como Asamblea Nacional, es decir, como representantes ‘legítimos’ de la nación francesa.

Tres días después se le clausuró su lugar de reunión y, sin contar con el permiso del rey protagonizaron un acto de insurrección que es todo un símbolo histórico. Se trasladaron a un frontón, donde firmaron el famoso ‘Juramento del Juego de Pelota’ en el que prometieron no separarse hasta establecer una constitución.

Es necesario comentar que existe un importante matiz, que nos ayuda a no romantizar los hechos con el paso del tiempo. Dentro del tercer Estado quienes realmente tomaron el poder no fueron los campesinos ni los obreros sino la burguesía, que venía acaparando cada vez un mayor poder económico y se veían excluidos del poder político.

Así, el legado del 17‑20 de junio tiene doble filo: fue un paso crucial hacia la soberanía nacional, pero también el inicio de una transferencia de poder desde la nobleza y los privilegios jurídicos al capital. Los ideales de igualdad y voz para “el pueblo” quedaron cerrados a un “pueblo” con propiedades y educación.

En cualquier caso, el Tercer Estado dejó de ser nada para convertirse en algo. Aquella Asamblea Nacional abrió el camino, pero también dibujó los límites de una soberanía parcial. Esta nueva división que se generó en el pueblo tras la exitosa desaparición de la sociedad estamental marcaría las siguientes fases de la Revolución Francesa. El símbolo de la división, la contradicción y las luchas por el poder: la guillotina.

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