Mediada ya la Cuaresma, ese tiempo del año litúrgico cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua, en Peñaranda suena ya el eco de las procesiones con los ensayos de la banda de cornetas y tambores. ¡Qué mérito tienen! El aroma de la gastronomía típica también se hace presente, sobre todo los viernes de cada semana. Y algunas oraciones espirituales, como el vía crucis, evocan bien a las claras el momento del año que atravesamos.
La Cuaresma es un tiempo que, tradicionalmente, ha estado marcado por la solemnidad y la meditación. Las calles de pueblos y ciudades se visten de un aire especial, y comienza la preparación de las procesiones que, a lo largo de los siglos, han sido el corazón palpitante de la fe popular en nuestro entorno. Esa es la tradición. Las cofradías como campo para la Evangelización.
Pero hoy me llama la atención que en algunas comunidades surjan iniciativas que intentan acercar la fe a los jóvenes de una manera más… contemporánea. Grupos de jóvenes organizan actividades que combinan la tradición con la modernidad, como conciertos de música sacra en espacios alternativos o talleres de meditación que abordan temas actuales desde una perspectiva espiritual. Estas propuestas buscan crear un puente entre la herencia cultural y las inquietudes de una juventud que, aunque distante, sigue buscando significado.
Me dicen que es el momento de escuchar y entender las nuevas formas de espiritualidad que emergen en esta era. Que la fe puede transformarse, adaptarse y, sobre todo, encontrar nuevas maneras de estallar en los corazones de quienes, aunque parezcan indiferentes, siguen buscando su lugar en el mundo. ¿Un contrapunto a la tradición?
¡Ojalá! Los jóvenes peñarandinos, cofrades y costaleros, logren vivir esa fe, un año más, desfilando como penitentes o cargando sobre los hombros el paso de su cofradía. Sin olvidar la participación en los actos litúrgicos programados. ¡Mucho ánimo!. ¡15 días… y acción!.
¡Bueno, alá, hasta otro día!.