Manuel Albarrán
Hola, Miguel. Una de las características más llamativas de los Juegos Olímpicos es que todo pasa muy rápido. Desde nuestra primera página de este diario olímpico radiofónico hasta esta que verbalizamos hoy solo ha pasado un fin de semana. Pero en estas 72 horas ha habido de todo: una ceremonia de inauguración espectacular, llena de momentos que quedarán para la historia, algo lenta por momentos y también polémica; también ha caído la primera medalla para la delegación española (el bronce de Fran Garrigós en judo) y se han sucedido una infinidad de anécdotas que no caben en este fugaz cuaderno de bitácora.
Mi mensaje de hoy: no estás solo. Ni tú, Miguel, ni nadie de los que nos oyen.
Cuando uno es muy, permíteme la expresión, friki de algo tiende a vivir esa pasión en solitario porque es raro que alguien de su entorno disfrute con su misma pasión su afición.
En apenas dos días he conocido a dos personas magníficas que disfrutan en su intimidad de los Juegos Olímpicos como lo hace quien habla. En pocas frases hemos cruzado miradas cómplices que nos han demostrado eso que siempre habíamos creído: alguien tiene que haber que disfrute de esto tanto como yo.
Por cierto, desde aquí, recuerdos a la mujer de mi amigo alemán Stefan, que se ha quedado en casa y ha dejado a su marido irse con sus hijos a cumplir sus sueños de acudir a unos Juegos.
Y, repito, nunca estás solo. Como tampoco lo estaban ayer domingo Fabio Rakotoarimanana y Shaeed Idowu. Son dos jugadores de tenis de mesa que ni el oyente más ducho en este deporte conocerá.
Siendo los más débiles en sus partidos, uno incluso ha viajado a París sin entrenador, no han estado solos. Porque el South Paris Arena 4 se ha volcado con ellos. Se imaginaban, seguro, una experiencia olímpica muy personal. Y, aunque ambos han perdido en primera ronda, se llevan una vivencia compartida con los miles de aficionados que han tenido a bien regalarles un día para el recuerdo.
Miguel, oyentes, no estáis solos.
