Hace pocos días llegó a nuestras televisiones el tradicional anuncio del Sorteo de la Lotería de Navidad. Como cada año trae una conmovedora historia, que busca llegar a los corazones de todos los españoles. Compartir siempre es la palabra clave en cada uno de estos anuncios. En esta ocasión, el protagonista se llama Julián, un agricultor que vive en un pueblo en el que apenas quedan habitantes.
Al principio, podemos ver como el dueño del bar, del pueblo, cierra el local para mudarse y se despide diciendo: “aquí ya no queda nadie”. Posteriormente vemos a Julián tomar un autobús para acercarse a la ciudad en busca de un décimo. Tras salir de la administración, una periodista le pregunta que con quien compartirá su décimo, a lo que Julián responde:“no tengo con quien”.
Esta es una realidad que existe en muchas zonas de España, lugares donde probablemente ni siquiera puedan ver este anuncio, pues a veces apenasllega la señal. Cada vez son menos las personas que, como Julián, deciden quedarse en el pueblo, y cada vez son más los pueblos que sufren la despoblación. Esa España vaciada de la que todos hablan, pero de la que nadie se acuerda. Esas personas, que no tienen con quien compartir su décimo, pero que tampoco tienen ni siquiera los servicios mínimos con los que llegar a cubrir sus necesidades.
Lo triste de todo esto es que, para tener unas mejores condiciones de vida, tienen que renunciar a sus orígenes, al lugar que los vio crecer, a sus tradiciones, a esas calles por las que, años atrás, corrían los niños. En definitiva, dejar atrás su vida. Nadie debería verse obligado a abandonar todo aquello que caracteriza una época tan especial como lo es la Navidad.
Hoy dedico estas palabras a todas aquellas personas de las que nadie se acuerda y que, como Julián, no tienen con quien compartir su décimo; a todos aquellos para quienes sus orígenes son más importantes que todas las comodidades que parece ofrecer la ciudad. Nuestras raíces siempre serán más fuertes, porque solo aquellos que nos hemos criado en un pueblosabemos lo doloroso que es desprenderse de él y de todo aquello que lohace único.
Y es que de lo que nadie se da cuenta es de que esa España vaciada es, en realidad, la que mantiene viva la llama del pasado.
¡Por esa España vaciada, llena de raíces y de tradición!
Elena Rodríguez Martín