Tengo un amigo que colecciona frases. Ha seleccionado más de mil y dice que las repasa de vez en cuando, sobre todo cuando quiere incorporar alguna nueva a su colección. Son frases de esas que todos hemos leído alguna vez, que antes las encontrábamos en alguna publicación y que hoy nos aparecen en el móvil, de forma machacona, e invaden nuestra intimidad a poco que nos descuidemos. Algunas tienen un significado profundo. Otras, se nota que son interesadas. Pero casi todas nos hacen reflexionar sobre algo o sobre alguien, para bien o para mal. La pena es que las olvidamos pronto y algunas podríamos aplicarlas a nuestra vida diaria. He leído unas cuantas y tanto mi amigo como yo hemos coincidido en que casi todas pueden aplicarse, ya ves tú, a nuestros políticos contemporáneos, esos mediocres incapaces que no hacen más que meterse los unos con los otros, descuidando los problemas de los ciudadanos que les pagan generosamente sus salarios, en este sistema político tan pervertido que impide la llegada de los mejores al gobierno de todos. En general, no hacen más que criticarse. A eso se reduce la política del día a día. No se dan cuenta que la crítica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento. No comprendemos que la persona a quien queremos corregir y censurar probablemente tratará de justificarse y censurarnos a su vez; “Sin malicia para nadie, con caridad para todos», decía el gran presidente Lincoln, un grande entre los grandes. Una de sus máximas favoritas era: «No juzgues si no quieres ser juzgado». Así demuestra su grandeza un gran hombre, en la forma en que trata a los pequeños.»
Fue Confucio el que sentenció «No te quejes de la nieve en el tejado del vecino cuando también cubre el umbral de tu casa.» Pues eso, en lugar de censurar a la gente, tratemos de comprender lo que hacen. Vuelvo a Lincoln: «No los censuréis; son tal como seríamos nosotros en circunstancias similares». Además, puedes llegar a necesitarlos y… ya sabes, “si quieres recoger miel… no des patadas a la colmena”.
Pues eso. Ala, hasta otro día.
Higinio Orgaz