Buenos días. No me gusta dar consejos; prefiero predicar con el ejemplo. Es como aquello de que … “lo que haces grita tan fuerte que no oigo lo que me dices”.
Y tampoco me gusta decirle a nadie que se equivoca. Eso está muy feo. Allá cada uno. Creo que en esta vida, en las mismas circunstancias, todos hacemos prácticamente lo mismo, reaccionamos prácticamente igual. Por lo tanto, un poquito de comprensión.
Y en vísperas de Navidad, más todavía. Finaliza el año y hay que hacer balance. Veamos. Este año he descubierto que, en la madurez, las ofensas apenas duelen; los elogios los vendimio incrédulo; aprovecho los afectos, demasiados para mis pocos merecimientos; contemplo divertido a mis odiadores, ¡qué habría sido de mi sin ellos!, ¡ah! Y procuro no encenderme por nada. Entrar en autocombustión no lleva a ninguna parte.
Y así voy tirando; apurando la existencia con la mayor intensidad posible; a lo ancho, que no a lo largo; el mañana ya ha llegado, es hoy mismo.
En fin, también creo que con nuestros semejantes hay que ser caluroso en los elogios y comedido en la crítica. Y que la única forma de salir ganando una discusión es … evitándola. Un amigo mío dice que …“si tienes razón, no discutas; y si no la tienes …¿para qué vas a discutir?”. Últimamente trato, honradamente, de ver las cosas desde el punto de vista de los otros. Da buen resultado. Pruebe a hacerlo usted durante las próximas semanas. Es una fórmula que no falla, le parecerá maravillosa. Mostrar un interés genuino en los demás no sólo le granjeará amigos, sino que también puede crear lealtad incondicional.
Y sonría. Cuanto más, mejor. No cuesta nada, pero crea mucho. Beneficia a quienes la reciben, sin empobrecer a quienes dan. Sucede en un abrir y cerrar de ojos, y su recuerdo dura, a veces, para siempre. Nadie es tan afortunado que pueda pasarse sin ella, y nadie tan pobre que no se pueda fortalecerse por sus beneficios. La sonrisa crea la felicidad en el hogar, alienta la buena voluntad en los negocios, y es la contraseña de los amigos. Es como el sol para los tristes, y el mejor antídoto contra las preocupaciones. Pero no la sonrisa no puede ser comprada, pedida, prestada o robada, porque es algo que no da beneficio a nadie, a menos que se brinde de forma espontánea y gratuita. Unos grandes almacenes se dirigieron así a sus clientes, precisamente en la extraordinaria afluencia de público en el último momento de las compras de Navidad: “Si alguno de nuestros vendedores está demasiado cansado para darle una sonrisa, ¿podemos pedirle que nos deje usted una sonrisa suya? Porque nadie necesita tanto una sonrisa como aquel a quien no le queda ninguna que dar”.
Bueno, .. ala, … a tomar ejemplo. Hasta otro día.
Higinio Orgaz