Queridos oyentes, amigos…. Os pido permiso porque hoy no vengo a alumbrarles con noticias ni novedades, sino a encender una lámpara en recuerdo de mi padre, Carmelo Plaza, ese faro que ha guiado mi vida desde que tengo memoria.
Mi padre, un hombre al que le gustaba decir que tenía «muchas luces», y qué razón llevaba. Él ha sido el arquitecto de Electricidad C. Plaza, esa chispa que nació como un modesto taller en casa y que, con el tiempo, se convirtió en un auténtico sol, irradiando su luz por España y más allá de nuestras fronteras, iluminando también rincones de la vecina y amiga Portugal.
De niña, mi mundo giraba en torno a las bombillas que “pelaba” con mis pequeñas manos, a las lámparas que pintaba una a una, en la trastienda de la puerta del Sol. Lo que para mí era un juego, una forma de acompañar a mi padre, ahora lo veo como mi primera conexión con la luz que él ha proyectado en todo lo que hacía. No ha sido solo el inventor de un horno secador de bombillas, o el ingenioso creador de estructuras luminosas, ha sido, como les digo, el faro que ha guiado mi vida, enseñándome que con dedicación y esfuerzo, cualquier sombra puede ser disipada.
Pero si en lo empresarial mi padre ha sido una estrella, en lo personal ha brillado aún más. Ha sido un padre que no solo nos alumbraba con su sabiduría, sino que ha iluminado nuestras vidas con su amor, ha sido un amigo tan constante como el amanecer, un marido excepcional, como dice siempre mi madre, y un hermano, un abuelo, un ser humano que ha resplandecido por su bondad y generosidad. Y hasta en la enfermedad, ha sido un enfermo luminoso, que ha aceptado su cruz con la dignidad de quien sabe que, al final, toda oscuridad se desvanecerá ante la luz eterna.
Ahora, tras su partida, siento que me falta una luz en mi vida. Y eso, viniendo de alguien que siempre con humor tenia algo que decir, es un silencio inmenso.
Pero, al mismo tiempo, el brillo de orgullo que siento por ser su hija me ilumina el corazón.
Orgullo por ese legado luminoso que nos ha dejado, no solo en las plazas y calles que iluminaron sus manos, sino en el amor y respeto que tantos le han profesado.
Las muestras de cariño que hemos recibido estos días han sido como un rayo de sol en medio de la tormenta. Quiero agradecer de todo corazón el hermoso homenaje que le han rendido en Alba de Tormes, en la querida Marcha Teresiana, donde tantas veces caminó bajo esa luz especial de la fe.
Gracias al párroco de Peñaranda, que con sus palabras encendió una luz de consuelo en nuestros corazones, y a su amigo Chuchi, …. Y a tantas y tantas personas que han acompañado a mi padre en sus andanzas… Desearía tener tiempo para nombraros a todos, pero sepan que, como las estrellas en el cielo, cada uno de ustedes ha sido una pequeña luz que ha brillado en nuestras vidas durante estos días difíciles… lo que viene a ser un hilo luminoso en nuestras vidas.
Querido padre… Tu luz sigue brillando, más allá del apagón de tu partida. No solo en las calles que iluminaste, sino en cada uno de nosotros. Que esa luz que encendiste en el mundo siga ardiendo siempre, como el más cálido de los amaneceres. Que Dios te guarde, porque tú, mi padre, siempre serás mi mayor luz.
Palabras de una orgullosa PLAZA…