Manuel AlbarránEn el siglo XVIII, los ilustrados franceses lucharon con todos los medios que disponían por la libertad. Una libertad política, social, económica e intelectual que había sido cercenada por los poderosos durante la edad media y gran parte de la edad moderna. La libertad, que propugnaban los intelectuales del pasado, no era una libertad sin límites. Más bien al contrario. Su pelea por la libertad consistió más bien en un ensanchamiento de los límites que marcaban los poderosos.
Hoy la libertad, reconocida como derecho fundamental en Occidente, sigue siendo motivo de discusión y de queja por parte de cierta parte de la sociedad. Escucho y veo, con preocupación, cómo hay pensamientos y movimientos modernos que se escudan en la idea de la libertad para promover, en realidad, el libertinaje. Para cada vez más personas, parece que si no tienen libertad sin límites, no hay libertad. El todo vale se está situando peligrosamente como el único límite válido.
La gente no se da cuenta de que el reconocimiento de ciertos límites es lo que da valor al ser humano. Solo reconociendo que hay ciertas cosas que no valen, porque no son propias del hombre, éste puede desarrollarse plenamente y ser feliz.
