La libertad es uno de los mayores anhelos del ser humano. La Historia nos demuestra que los seres humanos a los que se les ha privado de libertad han tendido a rebelarse, buscando una nueva vida en la que sentirse plenamente humanos, plenamente dignos.
Sin embargo, no conviene estirar el deseo de libertad más de lo necesario, porque entonces el ser humano se podría volver esclavo de sí mismo.
Ser libre no es hacer lo que uno quiere a cada momento. Para ser conscientemente libre, el ser humano ha de tomar conciencia de sí, del mundo que le rodea y actuar según lo que es propio a su vida y a su momento.
Practicar la libertad plenamente es desarrollar cualquier facultad humana, ya sea física o intelectual; pero también lo es interactuar con los demás de modo que uno mismo no suponga un obstáculo para el otro, sino que, más bien, también le ayude en su crecimiento. Para eso, primero, necesita conocer sus limitaciones, sus fortalezas, sus valores, sus decisiones…
Nadie puede ser libre sin hacer antes un ejercicio de autoconocimiento y, posteriormente, otro de análisis de la realidad que le rodea.
No hay nada más peligroso que un ignorante reclamando poder hacer lo que quiere en la sociedad.
Manu Albarrán