El pasado domingo, 7 de abril, se cumplieron trescientos años del estreno de una de las grandes obras del compositor Johann Sebastian Bach: la Pasión según san Juan. Esa presentación musical se realizó como parte del oficio de Vísperas del que, en aquel año, 1724, fue Viernes Santo. Aunque, inicialmente, estaba prevista su interpretación en la iglesia de santo Tomás de la ciudad alemana de Leipzig, su representación se celebró, finalmente, en la iglesia de san Nicolás y la impresión de los fieles que acudieron al servicio religioso debió ser imponente ante una obra de tales dimensiones interpretada por un coro, solistas y acompañamiento orquestal.
Y pueden preguntarse ustedes, ¿y qué tiene de particular que hoy hablemos de esta obra en este espacio? Por un lado, la música es una disciplina que suele verse relegada a un segundo plano frente a otras manifestaciones artísticas visuales, como la pintura o la escultura. Y, por otro lado, hay composiciones magníficas que, por razones distintas, a lo largo de la historia han quedado opacadas por otras obras cuando su calidad las haría merecedoras de ocupar un lugar prominente.
Justo hace unos días, la Semana de Música Religiosa de Cuenca –que es el cuarto festival musical más antiguo de España y que cuenta con el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Internacional– ha acogido la interpretación de esta obra, con una excelente propuesta musical y coreográfica, para la que he tenido el privilegio de redactar sus notas al programa. Aprovechando que, recientemente, la Pasión según san Juan ha cumplido trescientos años y parece estar recuperando protagonismo, les animo a que se acerquen a escuchar esta obra que, si bien parece estar ensombrecida –cual eclipse como el que se vivió antes de ayer– al presentarse, injustamente, como la hermana pequeña de la Pasión según san Mateo, bien merece de su disfrute con todos nuestros sentidos.