200 años de un cántico a la hermandad

«Beethoven había dedicado diez años de su vida a escribir una sinfonía muy novedosa»
8 de mayo de 2024 - 1:58 pm

Ayer, los amantes de la música celebramos el 200 aniversario del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven. El 7 de mayo del año 1824, en el Theater am Kärntnertor de Viena, el músico alemán, a pesar de estar sumido completamente en su sordera y repleto de dolores, se puso al frente de una orquesta de colosales dimensiones para dirigir la que sería, aún sin saberlo, su obra más recordada y universal.

Beethoven había dedicado diez años de su vida a escribir una sinfonía muy novedosa, pues su último movimiento incluía, por primera vez en la historia, una parte coral en un género propiamente instrumental como el sinfónico. Para ello, acudió al poema “Oda a la alegría”, del literato alemán Friedrich von Schiller, caracterizado por su mensaje de unión fraterna. 

El estreno de la Novena Sinfonía se celebró en la ciudad de Viena –a pesar de que, inicialmente, contaba con estrenar la obra en Berlín– y, tras solo dos ensayos, lo cierto es que, según los testimonios de la época, el resultado musical debió de ser un tanto caótico. Aún así, fue todo un éxito y se sucedieron algunas anécdotas. Una de ellas afectó a los músicos, que tuvieron que obedecer no a un director orquestal, sino a dos, pues Beethoven quiso estar al frente de los intérpretes pero, sin embargo, dada su carencia auditiva, a pesar de sus gestos, los músicos continuaron las indicaciones del director orquestal Michael Umlauf.

Pero otra de las curiosidades tuvo que ver con el modo en que Beethoven fue consciente de la acogida de esa obra por parte del público que se mantuvo hasta el final de la función. Una vez finalizada la interpretación, Beethoven, dado el silencio que rodeaba su día a día por el irreversible estado de sus problemas de audición, solamente fue consciente del éxito cuando se giró y vio a la audiencia enfervorizada, de pie, aplaudiendo y agitando pañuelos

Desde entonces, la Novena Sinfonía no solo forma parte de nuestra identidad como Himno de la Unión Europea desde 1985 o como un vestigio del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2002, sino que es un auténtico testimonio a la hermandad entre culturas que, hoy en día, debería estar más presente que nunca.

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