«La figura de María, callada y serena, ha atravesado los siglos como un susurro constante en el corazón de la fe»

Fernando Hernández Castilla reflexiona en la firma invitada del día sobre el mes de mayo dedicado a María
6 de mayo de 2025 - 1:55 pm

La figura de María, callada y serena, ha atravesado los siglos como un susurro constante en el corazón de la fe. Reina por la fuerza silenciosa de su entrega. Mayo, el mes que tradicionalmente se le dedica, no hace sino poner en el centro a la Virgen María que, para millones de personas, sigue siendo el rostro más puro de la ternura divina.

No hay en ella gestos altivos ni palabras vacías. Su poder no está en mandar, sino en estar. María es presencia. Está en el dolor del que sufre, en el gozo del que agradece, en el silencio del que reza. Su figura es, ante todo, un reflejo de sencillez radical: mujer de Nazaret, sin privilegios, sin discursos, sin poder humano. Y , sin embargo, elegida para llevar en su seno la esperanza del mundo.

La devoción a María no se explica por lógica racional. Es algo que toca el alma más allá de los argumentos. El creyente no sólo la contempla: la busca. No porque ella ocupe el lugar de Dios, sino porque lo conduce hacia Él. Su cercanía no es doctrina, es experiencia: la de saberse acogido, comprendido, acompañado.

Por eso, rezarle no es superstición ni costumbre vacía. Es confiarle lo que uno no sabe decir del todo. Es poner en sus manos lo frágil, lo roto, lo que duele. María no soluciona como por magia, pero consuela. No impone caminos, pero los ilumina. Se le reza porque se la siente madre. Y una madre no necesita explicaciones para acoger.

Mayo la viste de flores. No porque las necesite, sino porque es natural querer ofrecerle belleza a quien representa la pureza más alta. Las coronas que se le colocan no son un gesto vacío, sino el deseo de reconocer, sin palabras, que su humildad es digna de toda alabanza.Porque María es reina, sí, pero de un modo nuevo: reina desde abajo, desde el servicio, desde la fe silenciosa que nunca se quebró.

Hablar de María es hablar de fidelidad, de coraje escondido, de una bondad que no hace ruido. Su imagen, tantas veces repetida en imágenes, pinturas y otras obras de arte, no cansa. Porque no muestra poder, sino ternura. Porque no reclama, sólo espera. Porque no exige, sólo acompaña.

Y en ese acompañar, está su mayor fuerza. Por eso, en mayo y siempre, la devoción a María no se apaga. Porque sigue habiendo corazones que buscan consuelo sin ruido, amor sin condiciones, luz en medio de las sombras. Y eso, solo una madre lo sabe dar.

Fernando Hernández Castilla

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