Lauren SevillanoLa incertidumbre y la desigualdad son factores que marcan la situación de nuestro mundo. Estamos viviendo un cambio de época, de transformación profunda, que afecta a todos los ámbitos de la vida. La Iglesia no es ajena a este cambio y busca adaptarse, no siempre con acierto, a esta nueva situación. Hoy no solo hay una lejanía de Dios, también vivimos una distancia con el prójimo. No solo se ha debilitado la fe, también la ética y los valores morales han perdido su vigor.
Para enfrentar esta situación, el próximo papa buscará sin duda ninguna el bien de la Iglesia y de la humanidad. El nuevo sucesor de Pedro no aparecerá con una varita mágica, sino con unas llaves que abren para todos la vasija de barro que contiene el tesoro del Evangelio.
En este sentido, las soluciones a los problemas presentes y futuros de la Iglesia no vendrán exclusivamente de reformas estructurales o burocráticas, llegarán de la alegría de aquel que encuentra un tesoro en el campo y lo vuelve a esconder y va y vende todo lo que tiene para comprar aquel campo como bien dice el Evangelio. De manera que la misión de la Iglesia no se sostiene sobre previsiones o cálculos humanos, unas veces alentadores y otras totalmente negativos. Su razón de ser radica, como tantas veces nos recordó el Papa Francisco, en el amor de Dios al mundo. Sin este espíritu evangélico no se entiende la misión del apóstol Pedro, ni la de ningún cristiano.
No podemos pensar la elección del nuevo papa en términos políticos, culturales o estratégicos, porque así no actúa el espíritu de Dios y el elegido dejaría de ser un referente para todos.
Buenos días Lauren Sevillano.
