No está de moda asumir las consecuencias de los actos que uno comete. No hay más que acercarse a los medios de comunicación y a las redes sociales para comprobar que no hay mucha gente dispuesta a reconocer sus errores y a asumir las derivadas que estos puedan tener.
Y, sin embargo, ser capaz de asumir las consecuencias de los fallos propios es un paso necesario para poder alcanzar una vida adulta plena. En el crecimiento de los jóvenes es imprescindible que los adultos, desde nuestra posición, les hagamos responsabilizarse de aquello que hacen. Ni podemos ejercer de sus abogados frente a otros adultos, ni debemos pasar por alto cualquier fallo.
El carácter se forja especialmente en las dificultades. Y el desarrollo se lleva a cabo desde la experiencia. El aprendizaje que se da al conocer las consecuencias de los actos es el fundamento de un futuro adulto responsable.
Manu Albarrán