Aprovechemos la política de pueblo. Sí, esa política cercana, en la que se ve por la calle y se comparte barra de bar con quienes tienen responsabilidades. Una política tangible, en la que los trabajadores públicos escuchan, por boca de sus propios vecinos, los problemas del día a día que los afectan. Una política pequeña, local, real.
Porque la política nacional se aleja cada día más de lo que los grandes griegos empezaron a desarrollar en la antigüedad. La política que hoy sale en los medios y en las redes ha perdido su núcleo: el servicio a los demás a partir del consenso y el diálogo.
Hoy todo es superficialidad, imagen y, por qué no, mentira. Todo vale en un mundo amnésico y líquido para rascar los votos necesarios que permitan mantenerse en el poder.
Los políticos del siglo XXI no aportan soluciones a la sociedad, sino que escuchan las corrientes mayoritarias de la opinión pública para hacerlas suyas en la medida que eso les pueda generar beneficios en las urnas.
Si nada de lo que vemos es real, entonces tampoco lo es su preocupación por nosotros. Por eso, que disfruten los que aún pueden tomarse un café con el alcalde del pueblo, comentándole problemas reales, para que le lleguen, lo más rápido posible, soluciones reales.
Manu Albarrán